Ese mar que no se pierde en la mirada... nosotros nos
perdemos en él.
Ese mar que sorprende de una forma tan especial...que nos
mantiene alerta, sobre todo cuando estamos mar adentro, en la real inmensidad...
inmensidad sin fin... entonces nos perdemos y desconfiamos, pero también
pasamos a ser parte de ese mar, ese mar que nos llena de inseguridad y miedo,
pero también de una libertad descomunal...expansión corporal-mental donde no
tenemos fondo ni cielo, donde somos nada y todo, donde el cosmos se presenta
indiscutiblemente... nos encontramos en un limbo, en un limbo hermoso e
intrigante lleno de sensaciones sin nido conocido, sensaciones mudas que de de
repente se manifiestan a grito ... pero cómo no recibirán aquellas olas?
Desataran su energía de manera catastrófica, desnudándonos completamente
y sin compasión. Sin embargo es maravilloso.
LA FUERZA VICERAL
LAS ENERGIAS PURAS
ALGO SE ESTÁ FORMANDO Y SOMOS NOSOTROS. PUROS; EN NUESTRA MÁXIMA
EXPRESION!
La liberación que llevan las olas a la orilla, el vaivén que
da y quita, que se alimenta con cada llegada y que nos absorbe con cada vuelta
a casa.
Cuanto recibimos al mojarnos los pies...
al salpicar el agua...
al chapotear la orilla
al correr las olas, a saltar o asaltarlas.
Qué atrevidas aguas...aquellas que te enloquecen y revuelven
absolutamente todo, que te envuelven en la armonía de su sonar, y que bello que
es!!.
Pero no basta escuchar...
La necesidad nace...nace de un lugar desconocido tal vez, ya
que hoy de conocernos...difícil (pero para nada imposible)
Las ganas de perderse en el vaivén de esa virgen eterna...
Limpieza eterna...
Momentos de calma y guerra
Nuestros sentimientos nacidos en lo más profundo del
ser se encuentran en una licuadora.
Todos caemos...
hasta el cuerpo más frígido se entrega a ese mar que no da respuesta
de sus actos, ese mar sin seguros de vida, ese que no te promete sino que solo actúa,
ese que es tan real como el verdadero orgasmo, ese donde no caben limites sino curiosidad...curiosidad que mata o llena
de vida, de vida bella.
Sentir que vives en el mar. No tiene precio ni cambio.